La Función de Relación
La función de relación permite a los seres vivos percibir estímulos del entorno, procesar esa información y elaborar una respuesta adecuada. Por tanto, podemos decir que es la capacidad de los seres vivos para percibir estímulos del medio que les rodea y elaborar respuestas adecuadas para interactuar con él.
Implica tres etapas: la percepción de estímulos por los sentidos, la coordinación de esta información por el sistema nervioso y la respuesta a través del sistema locomotor o endocrino.
Cómo funciona la función de relación:
1. Percepción:
Los órganos de los sentidos (vista, oído, gusto, olfato, tacto) actúan como receptores que captan información del ambiente externo e interno.
2. Coordinación:
Los receptores envían la información a través de los nervios hasta el sistema nervioso, donde el cerebro la procesa y elabora una respuesta.
3. Respuesta:
El sistema nervioso transmite órdenes a los órganos efectores (como los músculos, que son parte del aparato locomotor) para que lleven a cabo el movimiento. También puede implicar la producción de sustancias, como las glándulas que producen saliva o sudor.
Así podemos hablar de dos tipos de respuestas: motoras (implican movimientos de músculos) o glandulares (producción de sustancias).
Veamos algunos ejemplos para entenderlo mejor:
Si acercas mucho la mano al fuego (estímulo), tu piel (receptores) lo siente. Esa información va a tu cerebro, que ordena a tu cuerpo que apartes o alejes la mano (respuesta).
Cuando olemos una comida que nos gusta mucho (como el cous cous de tu madre o las croquetas de tu abuela), se produce saliva porque el cerebro coordina la orden para que las glándulas salivales la fabriquen, estando así preparado para comenzar a comer.
Y ahora os preguntaréis, digo yo, ¿cómo capta nuestro cerebro toda esa información?
Muy sencillo: a través de los órganos de los sentidos.
LOS ÓRGANOS DE LOS SENTIDOS
Estos órganos se encargan de captar todo lo que ocurre a nuestro alrededor, enviando señales al cerebro a través del sistema nervioso, lo que nos permite conocer y relacionarnos mejor con el mundo que nos rodea. Estudiémoslos uno a uno:
- Los ojos: son los órganos de la vista, que nos permite ver los colores, la intensidad de la luz, las formas y los movimientos de los objetos.
Funcionan de la siguiente manera: la luz entra en el ojo por la pupila, atraviesa el cristalino y llega a la retina, que se comunica con el cerebro a través del nervio óptico.
- La nariz: es el órgano del olfato, que nos ayuda a identificar olores agradables y desagradables. Los receptores del olor están en el interior de la nariz, en una zona llamada pituitaria olfativa.
- Los oídos: son los órganos del oído, que nos permiten escuchar sonidos como la música, la voz de las personas y los ruidos del ambiente. Este sentido nos permite reconocer la voz de nuestros seres queridos o la de Bad Bunny (bueno, eso igual no era necesario...).
A lo que íbamos: los sonidos entran en la oreja y atraviesan el conducto auditivo hasta el tímpano. Luego pasan por los huesecillos hasta el caracol, que se comunica mediante el nervio auditivo con el cerebro.
Como curiosidad, os contamos que los huesecillos son los tres huesos más pequeños del cuerpo humano, llamados el martillo, el yunque y el estribo.
- La lengua: es el órgano del gusto, el cual, a través de las papilas gustativas que tenemos en la lengua, distingue los sabores dulces, salados, ácidos y amargos.
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La piel: es el órgano del tacto, y sus receptores están por todo el cuerpo, lo que nos permite sentir la temperatura (frío o calor), la textura (suave o rugoso) y el dolor (¡Ay!).
Y ahora preguntaréis… ¿dónde se procesa toda esa información?
Bien, como ya habréis podido intuir, es el cerebro el encargado de esa función, con la ayuda, eso sí, del sistema nervioso.
EL SISTEMA NERVIOSO Y EL APARATO LOCOMOTOR
Es una red de células llamadas neuronas y de órganos (el cerebro y la médula espinal) que controla y coordina todas las funciones del cuerpo, transmitiendo mensajes eléctricos y químicos entre el cerebro y el resto del cuerpo.
Se divide en el sistema nervioso central (cerebro y médula espinal, encargada de elaborar respuestas rápidas que se hacen de manera automática) y el sistema nervioso periférico (los nervios que se extienden por todo el cuerpo y se encargan de transmitir la información), que trabajan en conjunto para gestionar desde los movimientos y pensamientos hasta las funciones involuntarias como la respiración y el latido del corazón.
Cuando las respuestas de nuestro organismo son motoras es el aparato locomotor el que se pone a trabajar.
El cerebro, a través de las neuronas motoras y la médula espinal, envía señales a los músculos para generar movimientos voluntarios (como levantar la mano antes de hablar o escribir), o respuestas involuntarias, como los reflejos y las funciones del sistema nervioso autónomo (tos, parpadeo, estornudo, etc).
El aparato locomotor está formado por los huesos, los músculos y las articulaciones, que son la unión entre dos o más huesos.
Las articulaciones pueden ser fijas o inmóviles (si no se mueven, como las del cráneo), semi móviles (con un movimiento limitado, como la columna vertebral) o móviles (como las rodillas, los codos y los hombros).
Vamos ahora a ver un vídeo que te ayudará a comprender mejor lo estudiado: